Reseña: Pesadilla en Elm Street (1984)
- Euzariel
- 17 sept 2020
- 3 Min. de lectura
A mediados de los años 80, el género slasher ya parecía haber llegado al límite de sus capacidades para atraer público a las salas de cine. Con una serie de estereotipos ya muy bien asentados en todas las películas de este subgénero, la llegada de Pesadilla en Elm Street supuso un más que interesante soplo de aire fresco, pues dejaba claro que aún se podía innovar y experimentar con esto de los asesinos en serie en la gran pantalla.
Y es que no se puede hablar de la película sin poner el foco de atención en su gran estrella: Freddy Krueger. No eran pocas las pelis en las que habíamos tenido que vernos las caras con asesinos aparentemente imparables y de apariencia escalofriante, desde Michael Myers (Halloween) hasta Jason Voorhees (Viernes 13), pero la mayor parte de estos villanos de slasher estaban rodeados de un misticismo alimentado por el hecho de que casi ninguno pronunciaba palabra alguna y apenas éramos capaces de intuir el tipo de personalidad que se escondía bajo las máscaras, haciendo de sus conductas hechos aparentemente incomprensibles tanto para sus víctimas como para los espectadores. Freddy llegó para romper este cliché, pues ya desde esta primera entrega demostró que además de una inmensa sed de venganza tiene un macabro y peculiar sentido del humor.

Krueger no solo deja claro que se divierte persiguiendo a sus víctimas y mofándose de la desgraciada situación en la que se encuentran teniéndolo a él como enemigo, aprovecha todas sus apariciones para recordarnos que todo intento de escape es inútil, en el mundo de las pesadillas él es el rey. Y desde luego, el mérito de la película presentándonos un personaje para el que todo es posible dentro del mundo de los sueños es innegable, convierte inmediatamente a Freddy en una amenaza prácticamente indestructible e incansable, pues al fin y al cabo nadie puede evitar dormir en algún momento, se resista más o menos.
Por supuesto, que todos los asesinatos tengan lugar en el mundo onírico da pie a la posibilidad de mostrar algunas de las muertes más imaginativas que se habían visto hasta ese momento. Por decirlo de alguna forma, lo de pintar el techo habrá que dejarlo para otro momento...

Otro de los aspectos más destacables de la película es su ritmo. Freddy ya hace acto de presencia en las primeras escenas, aunque no lo veamos en todo detalle aún. No tardamos mucho en enterarnos de que un grupo de adolescentes está sufriendo una serie de extrañas pesadillas en las que son perseguidos por un sujeto con cuchillos en las manos, como si se tratara de sus propios dedos. La primera muerte ocurre pronto, no tendremos esa sensación que se da en algunos casos de estar viendo interminables minutos de escenas que no parecen llevar a ningún lado con la única intención de aumentar la expectación para cuando realmente empiecen a ocurrir los asesinatos. Es muy probable que la película nos acabe pareciendo corta debido a lo mucho que puede llegar a entretener la sucesión de eventos que se nos muestran en pantalla sin parar.
Claro está, no todo en la película pretende ser revolucionario o derrumbar lo que ya está más que establecido en otras pelis del género. Si bien el grupo principal de personajes (y futuras posibles víctimas) no es especialmente destacable a excepción de Nancy, que cumple con el rol de protagonista, es algo que no desentona con la tónica habitual de este tipo de obras. No se puede esperar un desarrollo espectacular en estos personajes pues se quiere poner el foco de atención especialmente en el villano, y eso lo consigue a la perfección.
En definitiva, Pesadilla en Elm Street nos brinda la oportunidad perfecta para disfrutar de una experiencia especialmente amena incluso a día de hoy, por su agilidad narrativa y su visceral creatividad. Algunos pequeños detalles pueden resultarnos algo desfasados, como ciertos efectos de sonido que actualmente pueden sacarnos alguna risa en lugar de generarnos tensión, pero en términos generales ha resistido muy bien el estricto juicio que a veces supone el paso del tiempo. Esta primera entrega de la saga consolidó el puesto del que goza Freddy dentro de la cultura popular y constituye una parada obligatoria tanto para los fans de los slasher o las pelis de “miedo” como para los amantes del cine en general.
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